HECTOR CARRETO. MEXICO (1953)















PAREJA DE ANTOLOGADORES

Victórico, mejor antologador que poeta,
mejor cornudo que antólogo,
hierve: estrena cuernos,
y como el ciego desquiciado que reparte bastonazos
me asesta uno: no me incluye
en su nueva selección de autores.
Juzgas mal, Victórico: jamás estuve
en el plato de tu señora:
tampoco formo parte de su vasta
y generosa antología.

De Coliseo (2002)


EL POETA REGAÑADO POR SU MUSA


Ante sus cabellos, el viento
fue incapaz de enredarse.
Intactos sus labios permanecen.
Sólo la luz -camafeo- fijó el recuerdo”,
fueron los versos que escribí pensando en Ella.
Después de leerlos, la Musa marcó mi número:
“¿Por qué me describes con palabras de epitafio?
Según mi espejo de mano, no estoy muerta ni soy estatua;
Tampoco quieras que me asemeje a tu madre.
¿Estás enfermo, o qué sinrazones
te obligaron a cambiar de poética?
¿Acaso aseguras un túmulo en la Rotonda de los
Ilustres, en el Colegio Nacional, o paladeas dieta vitalicia?
Escúchame: no escribas más como geómetra abstraído
en un lenguaje que suena a cristales que entrechocan,
capaz de pintar una batalla como un ramo de madreselvas.
Confía en el instinto: que tus labios refieran con orgullo
mi talento en el baile, mi afición por el vino.
Presume al lector de mis piernas en loca bicicleta,
de los encuentros sudorosos, cuyos frutos
son tus epigramas.
Tampoco ocultes que tenemos diferencias.
Entre la musa que riñe contigo y la que duerme en un
lienzo, no dudes: confía en el instinto”.

De Coliseo (2002)


LEONIDAS

Te felicito, Leónidas;
tu libro fue un éxito de ventas.
No más deudas.
Ahora podrían ser tuyos el Armani
y el Jaguar del año,
viajar a los confines de Europa
y adquirir una villa
cercana a la de Sharon Stone.

Lástima, Leónidas,
que Fortuna tocó con retraso a tu puerta
y que no puedas siquiera aspirar las flores
que tus herederos te han llevado a la cripta.

De Coliseo (2002)


¿VOLVER A ITACA?

   (fragmentos)

                   I

Cuando regrese a Itaca,
la del cuerpo estoicamente insatisfecho,
todo habrá cambiado de lugar:
los muebles tendrán las piernas tambaleantes,
las telas tendrán el cutis arrugado
y habrá engordado Penélope,
porque cuando regrese a Itaca
–la infiel–
el aire habrá mordido sus caderas de playa praxitélica,
un instante.


                     II

Tal vez jamás podré volver a Itaca,
porque sus dimetrodones habrán crecido como hierba descuidada
y sus frutos antiguamente verdes podrían envenenarme
y su puerta estará muy bien cuidada por un guardián multifacético.
Tal vez jamás podré volver a Itaca
porque estoy solo,
porque he abandonado a mi mejor amigo,
el Caballo de Troya.

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